Miembros de la Séptima Estrella

sábado, 4 de octubre de 2014

Nota de agradecimientos, "capítulo especial" y presentación del nuevo proyecto

En todos los libros, al final, hay una emotiva parte donde dice "Notas de agradecimiento", y allí los autores se dedican a enumerar nombres que uno lee y, como no tiene ni idea de quiénes son, cierra el libro que acaba de terminar.
Bien, voy a evitar provocar eso.
Además, esto no solo van a ser agradecimientos a vosotros, si no que también voy a permitirme el lujo de contaros cómo empezó esta historia y cómo ha terminado. Suena raro, pero luego lo entenderéis.
Voy a empezar.

En primer lugar, me gustaría dar importante incapié en aquellas personas que me han ayudado demasiado. Sí, pero en este sentido, demasiado no es nada malo. Porque les estaré eternamente agradecida, y jamás me olvidaré de ellos. Y, con perdón, voy a salirme un poco de lo que he dicho en el primer párrafo. Bien, al parecer es inevitable, pero siempre podéis saltaros esta parte hasta el final donde cuento las demás cosas.

Quiero agradecer a Jon F. por su maravillosa portada que, aunque fue cuando ya casi terminaba la novela, para mí es increíblemente importante y maravillosa y la amo. Sí, sí, la amo. Y fue gracias a que nos encontramos de nuevo en Neminis Terra. ¡Vaya sorpresa! ¡ETERNAS GRACIAS!
También me gustaría nombrar a C, que posteriormente se cambió el nombre a Ashley, y en estos momentos no existe en blogger. Así es, desapareció de blogger. Pero yo seguí acordándome de ella, porque fue una intensa lectora mía y yo una lectora suya también. Y porque además las casualidades de la vida nos llevaron a cruzarnos en Puerto Venecia, en Zaragoza (SÍ, ES REAL). Menos mal, existen otras redes sociales además de blogger, y logré encontrarla.
Otro nombre importante es Pauu, que acaba de llegar a mi blog pero que va leyéndose los capítulos con paciencia y grandes comentarios. De verdad, mil gracias a ti también.
¡Anyi! Anyi me apoyó también en mi momento de flanqueza y se emocionó con mis capítulos. Cosa que, de verdad, me animaba muchísimo. ¡Gracias a ti también!
Ángela fue una chica “anónima” sin cuenta blogger que apareció de repente en mi blog en el capítulo 28 tras haberse leído todos los capítulos seguidos y que me dejó anonadada. ¡Admiro tantísimo que haya gente que haga eso! ¡Gracias a ti si me lees!
Virialt, Virialt se disculpó con un parrafón por no tener tiempo de leerme. Pero, si lees esto, tranquila. Que sepas que tuve muy en cuenta todos tus comentarios y que te reservo un huequito para ti. ¡Gracias!
¡LM Dreamer! Nos reencontramos en Neminis Terra, ¡al igual que Jon! Fue considerada con mis problemas y también llegó a ayudarme un montón con sus ánimos. Miles de gracias, ¡compañera neministerriana!
Smile Happy, no sé dónde estarás, pero tu impetú en leer de una forma tan rápida también me maravilló. Gracias por haberme leído, ¡gracias!
Alice M.S., tampoco sé dónde fuiste a parar, pero tus eteeeeernos comentarios de dos partes me parecían increíbles de verdad. ¡Muchas gracias!
Isa Escritora, alguien que también me apoyó en mis problemas y que comentó y me hizo tirar adelante. ¡Gracias!
Gata Negra, otra comentarista de categoría cuyas palabras estaban llenas de emoción y me hacían sonreír y amar lo que hacía. ¡Muchas gracias!
Noemi MJ fue alguien que también desapareció con el tiempo, pero que sus comentarios y palabras quedaron aquí por la eternidad, y sus ánimos siempre estarán dentro de mí. ¡Gracias!
¡MakeUpYourMind! No sé dónde andarás, pero tu emoción me llegaba hasta aquí. Además, fue la primera ganadora del concurso que organicé. Y qué lloros con tu relato... Me encantó. ¡Muchas gracias por haberme leído, de verdad! ¡Por todo!
Lore!:) fue la tercera ganadora de mi concurso y quiero agradecerle por haberse esforzado por ello. ¡Muchas gracias por haberte pasado!
Carmen también fue una constante lectora y comentora profesional. Y de verdad, eternas gracias.
Albaescritora. ¿Quién no echa de menos a esa loca? ¡Sus comentarios eran dignos de investigación antidrogas! Esperemos volvernos a encontrar, Alba. ¡Gracias por todo!
Ana Alcobendas llegó más allá del blog también, y llegamos a hablar mucho. Aunque luego nos vamos distanciando, ¡muchas gracias por todo el tiempo y todo lo que me animas!
Sofía fue alguien que me llenó de halagos desde la primera frase de su primer comentario. ¡Y me quedé impactadísima! Gracias por tus palabras, ¡gracias!
Marieta llegó a premiarme en un premio y omg, muchísimas gracias por todas tus palabras. ¡Gracias!
Y ahora, he estado esperando este momento, y espero que desde wattpad llegues aquí. No sé si en algún momento llegaste a comentar en anónimo, o tal vez fuiste esa Ángela sin blogger. De cualquier modo, Ladelasgafasrojas de wattpad, me dejaste de piedra cuando me explicaste cómo te habías esforzado por recuperar la dirección de mi blog cuando la perdiste, y haberte molestado en enviarme ese mensaje que me animó a niveles increíbles. De verdad, desde aquí, ¡muchísimas gracias!
Hubo muchas personas que no solían comentar demasiado, pero que luego me hablaban por privado y me decían que sí me leían pero que no solían comentar, cosa que me animaba. Comprendo que hay gente que tiene soltura en comentar (en mi blog tengo míticos ejemplos) y gente que no. Y lo respeto, porque luego siempre tenían el detalle de avisarme por privado. Y algunas de estas personitas son:
*Kuroneko*, Virginia Cano Lomas, Maka Chop!, Fireflies teletubies, Simplemente yo, Maribel, que una constante comentora hasta cierto momento, Naoual, que estuvo también su tiempo aquí, Enamorada de su sonrisa, Noelia, Isa_alcuadrado, hallwrites, Cristina, a quien le hice algún que otro cartel para su novela y la ayudé en lo que pude, Yary Speit, con quién hablé mucho además, y Belén. Y más de una vez, algún Anónimo ha llegado a comentarme sobre mi trabajo. Incluso agradezco a aquellos que me leen o leían y no dejaban comentarios, pero que al menos disfrutaban de mis escritos. ¡GRACIAS A VOSOTROS TAMBIÉN!
Bueno, pasemos a otra cosa.
NOOOOO, MENTÍ. MUAJAJAJAJAJA. Así es, porque, como se ha notado, me faltan ciertas personitas. Y esas son mis maravillosas Sarah y Gaby T.P.
Porque somos las Cute Mafia Va***** (a ver si me censuran y tengo problemas e.e), y porque siempre que tenía alguna duda recurría a vosotras.
Porque Sarah, tú me has ayudado un montonazo en mis problemas y dudas. Incluso cuando no tenían que ver con la historia. Y cuando sí, ¡pues también! Porque me has demostrado ser una gran persona y porque tu emoción con mi historia no tiene precio. Muchas, muchísimas gracias.
Y Gaby. Ay, Gaby, Gaby, Gaby. Que si no me matas, me ahogas o me llenas de corazones. Que ese entusiasmo que tú tienes no es normal. Y por eso me encanta. ¡ME ENCANTA! Gracias por esta emoción que has tenido en mi historia, y por todas las veces que me has ayudado, tanto para la historia como para lo personal. Muchas, muchísimas gracias.
Además, quiero mencionarte especialmente, Gaby, porque tú fuiste quien me animó a crear el blog y fuiste la primerísima persona que lo comentó. La primerísima primerísima, y no te has dejado ni un solo capítulo sin comentar. Por eso te hago una mención especial, porque gracias a ti y tu ánimo en ese diciembre del 2012 me ayudaste a crear este blog.

De verdad, miles de gracias a todos vosotros. A todos, a los que, como a mí me pasó en otros sitios, tuvieron que verse forzados por tiempo y circunstancias a irse, pero dejaron aquí su gran entusiasmo que tanto me ha ayudado a seguir con ello. Gracias a los que todavía ahora leen esta historia. Y gracias, gracias a todos los que leyeron algo de mí. Gracias.

* * *

Y ahora que se me está empezando a saltar la lagrimita voy a contar varias cosas. *snif, snif*.
Este es un capítulo especial. Ajá, sí. Bueno, no sé si llamarlo capítulo especial, pero me gusta cómo me ha venido a la cabeza el nombre. Básicamente, lo que quiero contar es el origen de El viaje de Melissa. Así es, esperaba este momento para poder explicarlo en el blog a todo aquel que lo lea. Y así fue:

CAPÍTULO ESPECIAL

Ocurrió en septiembre de 2012. Me levanté un día, y la situación personal que vivía, más una inspiración que me vino completamente desprevenida, me llevaron a imaginarme un mundo completamente distinto a la Tierra. Un mundo donde, aunque extraño, había humanos también. Digo extraño porque, si era otro mundo, ¿por qué habían de haber humanos y no alienígenas? Pero eso es spoiler.
La cuestión era que aquel mundo estaba ligado a una cajita que vi en una tienda. Así es, una cajita dorada que vi en un escaparate cualquiera, en cuya cubierta estaba incrustada una grande y preciosa gema azul. Aquel color me maravilló, y a partir de aquel objeto, que tan solo vi esa vez, comencé a imaginarme cómo sería si gracias a ella pudiese abrir un portal hacia otro mundo, donde poder pasar allí un tiempo y olvidarme de todo, relajarme. Por supuesto, en aquel mundo el tiempo iría más rápido, porque si pasase mucho tiempo allí, en la Tierra se me echaría en falta.
Entonces apareció Crad. Crad no tenía nombre por aquel entonces, pero estaba claro que se sorprendería por los ojos azules que tenía. El por qué fantasioso trataba sobre la profecía; el por qué real, si lo contase, sería un gran spoiler (así es, hay mucho más tras la tan nombrada profecía, porque ni yo misma me veía capaz de imaginar algo así de irreal y egocéntrico para los que tenemos los ojos azules). Y al mismo tiempo que apareció Crad, lo que empezó siendo una simple imaginación, fue convirtiéndose poco a poco en una historia que posteriormente se escribiría. Pero para mí todavía no era una historia, si no una forma de alejarme un poco de lo real. No quería formar con ello una obra escrita, pues temía que así dejaría de ser “real” para mí.
Fue en noviembre de 2012 cuando descubrí que había personas que les gustaba escribir igual que a mí, y que dejaban sus historias en sus blogs. Y lo hacían realmente bien. El primer blog que descubrí y seguí fielmente fue el de Gaby. Y ella me animó a que podría crear un blog y escribir yo también una historia en él.
Y entonces yo pensé cuál de mis historias debía elegir. Fue una ardua decisión, y ni tan solo se me pasó por la mente pasar aquella fantasía que tenía de la cajita a una historia. Por aquel entonces, yo estaba a punto de terminar una novela, pero no quise publicarla en un blog porque pretendía publicarla en una editorial, y tenía miedo de mostrarla y que alguien me plagiase. Sin embargo, al final no la terminé, y empecé otra. Pero eso es otro cuento.
Un día, me vino a la cabeza mi extraño mundo de la caja dorada. Por aquel entonces, no pensaba en esa historia como un gran proyecto de editorial ni mucho menos. Por lo que me dije a mí misma que por qué no publicarlo en un blog. Al fin y al cabo, sería bueno para mí para mejorar y no pretendía publicarlo realmente.
Lo primero que escribí fue la primera parte del prólogo. Y de echo, la publiqué aquí exactamente como la escribí entonces. Por si no os acordáis, es cuando sale Syna, y lo dejo aquí para recordar:

Anielle, Digrin.

Podía oír el chocar de las piedras unas con otras.
Lograba percibir los pasos que se acercaban cautelosamente.
Sabía que cada vez estaba más cerca, y su mente comenzó a pensar con rapidez. Quería alcanzar la daga de su cinturón, pero temía hacer el más mínimo ruido que delatara su posición. También intentaba no respirar. Prácticamente se estaba quedando sin aire, y sentía una enorme presión en sus pulmones. Pero sabía que si la descubrían sería mucho peor que morir ahogada. Estaba al tanto de las terribles torturas que sometían a los que osaban rebelarse contra su gobernador. Y ella se había rebelado en todos los sentidos.
La habían buscado por todo el reino de Herielle, y al no encontrarla, habían decidido expandir su búsqueda más allá de los mares y océanos. Por suerte, ella era más astuta y veloz, y siempre se escurría de los que intentaban detenerla.
Pero todo apuntaba a que, en aquella ocasión, las cosas iban a cambiar.
Los pasos se detuvieron, y, con cierto temor, la rebelde descubrió que aquella persona ya estaba tras ella. De poco le serviría seguir escondida tras la enorme roca de aquella playa de rocas. Seguramente ya la había descubierto.
Con un rápido movimiento —que podía conllevar unas terribles consecuencias— se levantó del suelo y extrajo la espada de su cinturón, apuntando hacia aquel que había logrado adivinar su escondite. Su cabello negro y extremadamente húmedo le golpeó en la cara ante aquel brusco movimiento, y pudo oler el repugnante hedor de algas y pescado podrido que desprendía.
Lanzó un respingo cuando descubrió a una figura cubierta por una túnica morada con capucha, la cual provocaba que su rostro se escondiera en las sombras.
Usted es... —no logró terminar la frase, pues aquello no se lo esperaba.
La figura alzó la cabeza, dejando al descubierto un rostro pálido como la cal, adornado por una diminuta nariz y unos enormes ojos redondos sin rastro de blanco a su alrededor; únicamente poseía un iris azul cielo y una gran pupila en el centro de éste.
Sonrió a la muchacha, que aún sujetaba la espada con desconfianza.
Tras unos segundos de silencio absoluto, la joven bajó el arma.
Todo aquel viaje, todos los peligros que había corrido... al final, habían valido la pena.
La voz del ser misterioso sonó como una dulce melodía en sus oídos. Ella entendía el idioma, si no, no serviría de nada estar ahí. Se dejó llevar, sin sorprenderse de que su guía ya supiera lo que había ido a buscar. No se podía esperar menos de una sacerdotisa.


Así es. Syna, desde el principio, y aunque no tenía nombre todavía, sabía que de algún modo iba a ser un personaje importante.
La segunda parte del prólogo, donde relata cómo Melissa intenta escapar del orfanato, no iba a ser así. De echo, la protagonista iba a llamarse Isabel, e iba a llegar al mundo tal y como yo me lo imaginaba desde el principio: a través de una caja dorada con una gran gema azul incrustada, e iba a visitar el mundo y la Tierra tantas veces como quisiese.
Pero finalmente, no fue así. Entonces apareció el colgante de la gema azul, y seguidamente el nombre de Melissa, el orfanato y las ansias de libertad, todo relacionado entre sí.
Y en ese momento, mi mundo dejó de ser mi mundo y pasó a ser el mundo de Melissa. A partir de entonces, todo lo que yo había imaginado sobre mi pequeño rincón donde alejarme de todo, murió. Y antes de que me diese cuenta, pasó a formar parte de una novela que creció y creció.
Pero no me arrepentí de desprenderme de esa parte de mí. Porque en esta novela hay muchas alegorías sobre cómo soy yo, sobre cuáles son mis sentimientos; sobre mí. Y esta historia es una gran parte de mí.
El chico sin nombre pasó a llamarse Crad(werajan) y a tener una adorable hermana pequeña. Y entonces todo surgió como de la nada, poco a poco. Yaiwey se presentó diciéndome que tenía algo muy misterioso. Y, si he de deciros la verdad, no tenía ni idea de qué podía ser. 
Al principio no había brujos. Ni siquiera había pensado en Syna como una mediobruja. ¡Ni siquiera sabía por qué demonios iba a encontrarse con la sacerdotisa capucha morada del prólogo en Digrin! (Digrin estaba creado desde el principio también, curioso). Y fueron pasando las cosas. ¡Aparecieron brujos y elfos! ¡Y ahora hay brujos por todas partes! Y por no hablar del colgante. Tampoco tenía tanta importancia con los brujos.
Y de repente han aparecido un montón de personas con sus propias historias individuales. Y brujos, reyes, guerreros, incestos, y etc. Así es, tras las caras de todos los personajes hay una resalía de recuerdos e historias de lo más oscuras.
Y así, se formó El viaje de Melissa. Si me pongo a pensar, al principio lo creé sin saber muy bien cómo iba a acabar todo. Y ahora que lo he terminado y miro hacia atrás me sorprende en lo que mi propio mundo se ha convertido. Y por ello no me importa haber regalado ese mundo a Melissa. Porque me encanta este proyecto.

Ahora ya sabéis la verdadera historia de El viaje de Melissa. Tenía reservado esto para el final, para impactar más. Y aunque se ha demorado mucho, al fin lo he podido contar.
Así que eso es todo. Gracias por leer hasta aquí.

FIN


Aún no he terminado del todo.
Tenía preparado desde hace prácticamente un año que, al terminar la novela, durante un mes iba a presentar la banda sonora. En efecto, lo voy a hacer. Tengo la mayoría de los vídeos preparados, y el resto pensados. Yo soy mucho de escuchar música épica cuando escribo, y me topé con algunas canciones que encajaban demasiado bien en el momento que escribía las escenas o en algunos personajes. Así que no puedo aguantarme de mostrarlas. Por lo que, en unos días, colgaré la primera canción/composición, en otros días otra. Y así...

Otra cosa que quería comentar era que no sé si crear otro blog para la segunda parte. Obviamente, la escribiré, pero se han perdido muchos lectores por el camino y yo he de retocar la primera parte de arriba a abajo, y no sé si seguir con esta historia en los blogs. Quiero pensarme bien qué voy a hacer. En cualquier caso, El viaje de Melissa no morirá aquí en blogger. ¿Que por qué? Porque tengo otra sorpresa. Y os la voy a mostrar ahora mismo:


Anda, ¿qué es eso? Entrad y allí os encontraréis con una breve información.

Ahora sí, mil gracias a todos, y nos vemos dentro de poco con la “banda sonora” de El viaje de Melissa.


Arrivederci!


PUNTO FINAL.

[L1] Epílogo

Y este sí, *sonido de tambores* es el último del último de los últimos capítulos de El viaje de Melissa: La Séptima Estrella. ATENCIÓN. Antes de este epílogo está el Capítulo 31 que he subido poco antes, y es importante, pues se averiguan cosas de cierta relevancia. Así que, si aún no lo has leído, retrocede un poco. Tampoco son muchas páginas de capítulo, unas seis.
Si, en cambio, sí lo has leído, disfruta de esta página y media de epílogo que tantas ganas tenía que escribir. En breves estaré redactando la entrada donde quiero decir un montón de cosas. Dicho esto, espero que hayas disfrutado de esta historia tanto como yo disfruté imaginándomela.

Hasta pronto.


La única luz del techo caía directamente sobre la elfa de largos cabellos rojos y el caballero de platina cabeza. Ambos estaban arrodillados y mirando al suelo. Ambos se mostraban temerosos de lo que podía venir.
Así que los habéis perdido —habló el hombre sentado en el trono, oculto entre las sombras—. Y yo me pregunto, ¿cómo habéis podido tener la osadía de llegar aquí con las manos vacías y esa noticia en vuestras inútiles bocas?
Lo sentimos, señor —dijo Bowar, en un hilillo de voz y sin levantar la cabeza—. Nos atacaron por sorpresa.
¿Entonces me estás diciendo que sois tan incompetentes como para que dos niños os engañen? —bramó Gouverón.
No, señor... —musitó Bowar, encogiéndose—. Pero apareció alguien y nos pilló completamente por sorpresa.
Ya veo.
Y entonces se levantó del trono y comenzó a bajar las escaleras que alzaban su posición. Primero una, luego otra, y seguidamente la tercera.
Senlya no había abierto la boca hasta entonces. Pero como no era la primera vez que presenciaba algo así y sabía qué haría Gouverón, no pudo contenerse. Un sentimiento que ella desconocía le provocó un atroz dolor en el pecho al imaginarse en lo que Bowar se convertiría en cuestión de segundos.
Y, sin saber muy bien por qué, una descarga eléctrica la llevó a reaccionar como ella nunca había actuado.
¡NO! —chilló.
Gouverón se detuvo en el penúltimo escalón. Senlya se dio cuenta de lo que había hecho, y sabía que no había vuelta atrás. Sin embargo, se inclinó hacia delante y se postró ante Gouverón en una postura de súplica y respeto, arrodillada y con la frente casi tocando el suelo.
Por favor, señor, perdónele la vida —imploró. Se sorprendió ante las palabras que acababa de pronunciar. Nunca jamás se hubiese imaginado que diría algo así—. Fueron sus soldados los que fracasaron, no él. Pero su hermano va en el mismo barco, así que todavía tenemos más buenas oportunidades si vamos hacia donde van ellos. Y yo le juro que conseguiré de alguna forma reclutar a más de mi raza. Pero si ahora acaba con su vida, el plan no puede salir tan bien, ya que su hermano podría investigar sobre el caso y llegar hasta aquí, y no sería bueno si consigue poner en su contra a gran parte del ejército. Piense que ya es huérfano de padres. Si se queda sin hermano, la compasión podría poner en su contra a gran número de soldados cercanos a él. Cavile sobre ello, por favor, señor.
No se oyó nada durante unos segundos. Bowar la miraba completamente anonadado, y Senlya seguía inmóvil en su posición.
Confío en que ese poder de palabra que tienes servirá para reclutar a más elfos, Senlya —habló al fin Gouverón—. Y ten presente qué ocurrirá si fracasas.
Por supuesto, señor, soy completamente consciente y me responsabilizo absolutamente de todo.
Bien. Pueden irse ambos.
La elfa y el caballero se levantaron y, tras una reverencia, se dieron media vuelta y caminaron a través del largo pasillo flanqueado por gruesas columnas de piedra. Ninguno dijo nada, pero ambos sabían que Gouverón tenía los ojos clavados en sus espaldas. Bowar esperaría a salir de allí para preguntarle a Senlya por qué había hecho aquello, y Senlya le respondería con un «porque sí» completamente indiferente. Ninguno de los dos diría nada más.
Gouverón suspiró, volvió a subir a su trono y reclinó su codo en uno de los brazos del asiento para, posteriormente, apoyar la cabeza sobre sus nudillos.
¿Lo has visto? A eso se le llama debilidad —habló de repente—. Espero que aprendas que nunca debes permitir que algo así te atrape.
Aunque al principio parecía que estaba hablando solo, no era así. Algo se movió a su vera, junto al trono. Dos figuras, una más pequeña que la otra, que siempre se encontraban allí. Todo el tiempo, sin excepción. Una acariciaba el lomo peludo de otra. Por ciertas partes blanquecinas de su pelaje que, a veces, por la escasa luz que penetraba en la sala, deslumbraba un tanto cuando se movía, podía adivinarse que se trataba de un lobo. El mismo lobo que había asustado a Melissa días atrás.
Lo he podido sentir —habló la voz de una niña—. Lo que Senlya desprendía, lo he podido sentir.
Bien, pues ya lo sabes. Jamás quieras a nadie. Jamás dejes que el amor te afecte así; no dejes que absorba desde el principio.
Entendido.
Gouverón sonrió.
Así me gusta. Aprendes rápido, hija mía.
La niña que había estado hablando hasta entonces, abrió los ojos. Y, como dos velas de luz verdosa, se distinguieron en las sombras; brillante, refulgentes e imponentes. Ambos ojos mostraron una luz antinatural, que escondía el poder prohibido de épocas anteriores.
El poder de un brujo puro.

Gracias, padre.

[L1] Capítulo 31: Sorprendentes compañías

¡Buenas! Bueno, pues tras diría que dos años aquí, al fin terminé esta novela. Este es el último capítulo, y en breves subiré el epílogo. Por lo que, si nos ponemos quisquillosos, este es realmente el antepenúltimo capítulo. Por ello, todo lo que tenga que decir, lo diré en el epílogo y/o en otra entrada aparte. Por ahora, aquí dejo este capítulo, que tanto se ha demorado en aparecer.

Arrivederci! Y hasta el epílogo.



Había un gran barullo en el puerto. Numerosos hombres que trabajaban para el servicio del barco recogían las incontables maletas que venían en los carros de las gentes más ricas. Grupos de mujeres con altos y cargados sombreros se reunían en grupillos para parlotear y cotillear de sus cosas antes de subir al navío que las llevaría a Digrin.
Entre el gentío había un chico alto de cabellos platinos que observaba con detenimiento cómo transportaban su gran espada. Estaba atento de que la trataran con el mayor cuidado que les fuera posible. Vio cómo se quejaban del peso de aquel bulto, y cuando entraron en el barco con ella, el de delante tropezó y la espada cayó. Koren casi sale corriendo hacia ella. Pero enseguida la levantaron, comprobaron que no estaba rota y siguieron andando. Koren suspiró con alivio.
Fue entonces cuando su mirada se topó con los verdes ojos de una joven que lo miraba. Ella le sonrió en el acto y lo saludó disimuladamente con la mano. Koren la correspondió mostrando sus blancos dientes en una gran sonrisa. Junto a Gabrielle vio a una mujer alta y de cabellera negra que se dio cuenta de sus saludos, o al menos eso le pareció, pero volvió la cabeza y se hizo la despistada.
De repente alguien apareció por sorpresa a su vera. Al girarse, se encontró con una chica menuda de risueños rizos color miel sobre los que se posaba un pequeño sombrero, algo cargado de detalles, a conjunto con su vestido color jazmín.
Buenos días, Koren —sonrió Inya.
Buenos días —respondió el joven, pensando todavía en lo ocurrido en su último encuentro, intentando disimular.
Llega a llegar un poco más tarde, señorita De Sianse, y podría haber perdido el barco —observó el criado de Koren, que estaba tras este.
El barco no hubiese partido sin mí, no se preocupe —contestó Inya sin hacerle mucho caso y poniendo toda su atención en sonreírle a Koren.
Mientras tanto, Gabrielle los observaba desde su fila. Estudiaba a la chica que hablaba con Koren y pronto se percató de quién era. La tal Belinya De Sianse, la prometida de Koren. Así de cerca la pareció bastante hermosa. Su larga cabellera rizada le aportaba mucha elegancia y gracia, y su rostro era casi como el alabastro, sin poros ni imperfección alguna. Cuidada, limpia y de buen ver, parecía un buen partido. Gabrielle se sorprendió cuando se dio cuenta de lo que pasaba por su mente. ¿Qué le importaba a ella quién era o dejaba de ser esa tal Belinya? Suspiró.
Entonces un lobo apareció en escena y fue directo hacia Koren y Belinya. Al principiola gente se asustó, pero tras el animal caminaba tranquilamente un joven alto y delgado de media melena negra y ojos verdes, que vigilaban al lobo como si fuese un pequeño cachorrito inocente que solo quiere jugar. Belinya, al verlo, en lugar de asustarse, lo acarició, y Koren hizo lo mismo. Al parecer, el lobo era amistoso, y sería de aquel joven que parecía o un criado, o de la propia Inya. Pero Gabrielle no pasó por alto tal detalle. ¿Quién tendría un lobo como mascota? Que ella supiese, solo había una situación “normal” que encajase en tener un lobo. Por lo que tenía entendido, los brujos tenían como compañía los animales de su familia. Pero los brujos estaban extintos. Aunque Syna seguía viva... pero Syna era una mediobruja.
Siguió observando la escena. El lobo parecía muy apegado a Belinya. Entonces le surgió una duda que luego le pareció estúpida: ¿Sería Belinya una bruja? ¿O quizá el criado? O... ¿Tal vez Koren?
De repente sus ojos se encontraron con la mirada fija del muchacho de cabello platino. La había descubierto mirándolos. Gabrielle se puso notablemente nerviosa y volvió el rostro hacia el otro lado, avergonzada. Justo en aquel momento llamaban a Syna y a ella para entrar en el barco. Lo agradeció, y sin mirar atrás se encaminó directa a la entrada del navío, adelantando a Syna, que la observó interrogante.
Koren sonrió divertido.
Inya lo vio y luego buscó lo que su prometido observaba con tanta diversión. Solo vio a una mujer de larga cabellera negra adentrándose en las entrañas del barco.

* * *

Era el momento. El barco se movía muy lentamente al principio, como si alguien tirase de él hacia atrás y él intentase avanzar con todas sus fuerzas. Olía a agua y a pescado, algo que a Melissa le encantó. Pocas veces había visto el mar. Solo una vez al año visitaban la playa en el orfanato. Y disfrutaba nadando hasta que ya no podía más, y luego volvía a la orilla. Eso enfurecía a sus tutores, porque temían que se ahogase por el cansancio. Siempre le metían una gran bronca cuando volvía. Pero Melissa lo volvía a hacer, incluso con más ganas.
Como la gente se despedía de los familiares y amigos que se quedaban en tierra y ninguno de los tres tenía de eso, se apartaron de allí y dejaron sitio a los que sí necesitaban decir adiós a alguien. Y enseguida llegó el momento inevitable que tanto esperaba Ferlian.
¿Qué hacemos aquí y por qué lo tenías todo tan planeado? —atacó Crad sin pensárselo dos veces, cuando llegaron al otro lado de la cubierta, lejos de todos.
Ferlian sonrió.
¿Os creíais que después de haber estado buscándoos tanto tiempo os iba a abandonar así por las buenas en un momento de peligro? ¡No! Gracias a eso gané tiempo para prepararlo todo muy bien. Aunque he de reconocer que me lo facilitásteis todo muchísimo pasando por ahí.
Las aletas de la nariz de Crad se agrandaron. Iba a gritarle, pero Melissa se le adelantó nombrando las palabras que él quería decir.
¿Estás diciendo esto en serio? —Se acercó mucho a Ferlian para tenerlo en frente y que este le prestase más atención—. ¡¿Cómo te puedes tomar tan a broma lo que nos ha pasado?! ¿Estás diciendo que el que nos cogiesen y torturasen a Crad fue toda una suerte? ¡¿De verdad?!
Ferlian se echó atrás rápidamente, con un gesto de dolor.
Maldita sea, Melissa, no te me acerques tanto —se quejó—. O deja ese maldito colgante en algún sitio cuando me hables.
La joven lo agarró instintivamente. Era cierto, estaba vibrando muy exageradamente, e incluso cubierto con aquella tela se escapaban algunos rastros de luz azulada. Signo de que había un brujo cerca. Aunque esa vez no era algo sorprendente, pues sabían a la perfección la naturaleza de Ferlian, y el hurón color crema de su hombro lo reafirmaba.
Explícanos adónde vamos y por qué —intervino Crad, muy serio—. No quiero ser tu títere, y de sobras sé que Melissa tampoco.
Ferlian volvió a sonreír, luego suspiró resentido y se apoyó en la barandilla de madera del barco.
Está bien, os contaré lo que pueda, pero algunas partes son confidenciales —comenzó. Luego posó sus ojos en Melissa—. Pertenezco a la organización del Templo de Kayeh. O como a muchos les gusta llamarlo, la secta del Templo de Kayeh, que no digo yo que estén muy alejados de la realidad. Si lo vierais... Todos van con capuchas moradas y en silencio. Es tan siniestro que a veces da miedo...
No te enrolles y ve al grano, brujito —exigió Crad.
Está bien, está bien. Bueno, el caso es que allí creen en la profecía de que los guerreros que caen del cielo, llevándose consigo trozos de él en sus ojos, son los que liberarán Anielle de Gouverón.
Melissa soltó una risita por lo bajo que atrajo la mirada de los muchachos. Le hacía gracia la profecía de los ojos azules. ¿Gente que caía del cielo? En cierta manera, ella lo había hecho. Había venido de otro mundo más allá de ese. E igualmente con Anthony, el otro italiano que se había encontrado, con los ojos igualmente azules. Era sospechosa la coincidencia, pero ella no creía que alguien pudiese seleccionar quién podría entrar y quién no a Anielle desde otro mundo. Sería ilógico que solo los que tenían los ojos azules pudiesen.
¿Qué te pasa? ¿De qué ríes? —preguntó Ferlian.
De nada, de nada. Sigue —quitó importancia Melissa, notablemente nerviosa.
No hay mucho más. Solo quiero llevarte al Templo. Están reuniéndoos a todos para luchar en el frente. Tampoco os van a hacer pruebas dolorosas y terroríficas, ni experimentarán con vuestro cuerpo. O eso creo —terminó Ferlian.
¿Eres consciente de que nos has metido en un barco sin permiso y a traición? ¿De que podríamos tener más cosas que hacer donde estábamos? —apuntó Crad.
¿Tenéis más cosas que hacer aquí? ¿Que sean importantes? ¿Además de huir todo el tiempo de la justicia?
Crad calló y lo miró fijamente. Ambos iniciaron una guerra de miradas, con Melissa de testigo. Finalmente, Crad giró la cabeza, saliendo Ferlian victorioso. No tuvo mucho mérito, puesto que la mirada del brujo intimidaba a todo el mundo, y nadie podía evitar sentir reparo. Era como si pudiese atravesar los ojos de la gente y ver sus secretos más ocultos.
Sin que ninguno pudiese añadir algo más, el mismo señor con bigote que les había recibido solo llegar —o caer— al navío, se aproximó a ellos.
Hola chicos, espero que tengan un buen viaje en mi barco —dijo—. Les acompaño a sus camarotes para que se preparen para la cena. —Luego se dirigió a Ferlian—. Tengo que hablar contigo a solas.
Por supuesto, Capitán —accedió Ferlian.
Los tres muchachos siguieron al capitán. Melissa observó a su alrededor. Varios niños jugaban en la cubierta y sus padres les reñían y perseguían, exigiendo que se portasen bien. Pero estos seguían corriendo. Sonrió ante la escena. Le recordaban a los niños de su orfanato, que hacían exactamente lo mismo con sus tutores.
Al parecer, el barco disponía de dos cubiertas, más la superior y las máquinas. Sus camarotes se encontraban en la cubierta B. Es decir, la más ata. Por debajo quedaba la A, y por encima la cubierta exterior.
El camino era fácil de recordar, pues las habitaciones se disponían en cubículos en el centro y en una fila larga en los extremos, y sus camarotes se encontraban en el extremo de los impares, pues cada uno de los extremos correspondía a pares o a impares. El capitán dejó a Crad y a Melissa en los camarotes 19 y 21 indicándoles cuál era de quien, y luego siguió caminando con Ferlian.
Crad se disponía a entrar a su camarote 21 sin mediar palabra con Melissa, pues todavía se mantenía distante con ella. Pero Melissa lo cogió de la camisa.
Crad... sobre lo que pasó en la sala de Gouverón... —intentó explicar, pero no le salían las palabras.
El chico miraba al suelo, con la mano todavía en el paño de la puerta.
Sobre lo del otro mundo... —prosiguió Melissa, nerviosa—. Yo no...
Crad suspiró y la miró al fin.
Melissa...
¡Lo siento! —lo interrumpió—. ¡No sabía cómo decírtelo! ¡No sabía...!
Melissa, de verdad...
Es comprensible si me dejas de hablar, pero al menos déjame pedirte perdón. ¡Yo no lo hice porque no confiase en ti! ¡Lo juro!
Mel.
Si quieres saber algo, pregunta. Yo te voy a explicar todo lo que quieras detalladamente, y no voy a...
De repente, los dedos índice y corazón de Crad se posaron sobre la boca de Melissa, obligándola a que callase. La joven lo miró con los ojos muy abiertos.
No tienes que darme ninguna explicación —dijo Crad, para sorpresa de ella.
Aquello no se lo esperaba. Melissa había esperado gritos, ignorancia, desprecio, reproche. Pero aquello... aquello no. ¿Cómo podía Crad estar tan tranquilo? ¿A lo mejor ya lo había sabido antes? ¿O simplemente creía que estaba loca e iba a mandarla directa a un manicomio en cuanto se diese la vuelta?
Finalmente, optó por asentir levemente. Sus ojos se quedaron clavados en los de Crad, y no supo cuánto tiempo estuvieron así. Los dedos que habían presionado su boca parecían acariciar sus labios entonces. Los segundos se hicieron eternos y silenciosos, y Melissa sintió una especie de impulso interior que la quería llevar hacia adelante.
Perdón... —se oyó una vocecita.
Tanto Crad como Melissa se volvieron hacia su origen, encontrándose con una pequeña muchacha de ojos verdes y cabellos castaños que los miraba con reparo y disculpa. Enseguida entendieron que quería pasar y ellos le obstruían el paso.
Muchas gracias —canturreó la muchacha después de que se apartasen, y echó a correr por el pasillo sujetándose las faldas.
Cuando Melissa giró la cabeza en busca de Crad se lo encontró ya abriendo la puerta de su camarote.
Nos vemos en la cena —dijo, sin mirarla si quiera.
Tras el portazo, Melissa se quedó sola en el pasillo, pensativa. ¿Se lo había parecido a ella o había visto cierto sonrojez en las mejillas de Crad? Agitó la cabeza, intentando así olvidar la extraña escena que acababa de presenciar, y se adentró en su camarote individual, ansiando un baño de agua caliente. Su alegría fue máxima al ver la bañera y el biombo que se encontraban en una esquina de la habitación.

* * *

Estaba a punto de amanecer, por lo que la luz en la cubierta no era suficiente como para deslumbrar a Gabrielle, que acababa de salir. Lo cierto era que reconocía el barco, pues juraría que ya había estado alguna vez en él, cuando viajó de Digrin a Anielle con una de las familias que la adoptaron.
Pero en aquel momento buscaba a Syna, y no la encontraba por ningún lado. Le parecía increíble que una persona pudiese desaparecer en un lugar cerrado, donde no podía ir más allá, pues alrededor se encontraba el mar. ¿Cómo lo lograba?
Recorrió la cubierta con la mirada, cuando le vino algo a la memoria.
«Los brujos adquieren características de los animales. No se sabe por qué, pero así es», había dicho Syna días antes.
Y entonces se le ocurrió mirar hacia arriba. En efecto, estaba sentada sobre una madera que sujetaba las velas. Su cabello color azabache ondulaba ante el viento, y su color recordaba a un cuervo.
Por supuesto, un cuervo. De ahí venía ella, o al menos mitad de ella.
Gabrielle sonrió al ver que un hombre se desquiciaba gritándole para que bajara, mientras Syna lo ignoraba por completo y seguía observando el horizonte. La muchacha se rió por lo bajo y se dio la vuelta para irse adonde fuese. Estaba ya más tranquila al haber encontrado a Syna, y supuso que quería estar a solas, así que decidió dejarla en paz. Pero se sorprendió cuando un pequeño animal peludo y alargado corrió hasta ella. Su pelaje era color crema, y Gabrielle enseguida adivinó que se trataba de un hurón. Había visto bastantes, pues uno de sus amos era cazador y los utilizaba para cazar.
Con una exclamación que mostraba lo adorable que le parecía el pequeño animal, la joven se agachó y se propuso acariciarlo. Pero en cuanto las yemas de sus dedos rozaron su pequeña cabecita, el hurón se giró de súbito y la mordió, con tal fuerza que Gabrielle chilló y agitó la mano, con el hurón colgando de su dedo índice. Era consciente de la fuerza de los dientes de los hurones, pero el dolor era más agudo de lo que esperaba. Al ser pequeños dientecillos afilados, se le clavaban como agujas.
Fue entonces cuando, de repente, apareció un chico que agarró al hurón de un tirón. Para sorpresa de Gabrielle el animal abrió la mandíbula inmediatamente. Miró su dedo con urgencia y observó que le había dejado pequeños puntos de los que brotaba algo de sangre.
Lo siento, es muy agresivo con algunas personas —habló el chico que le había quitado el hurón de encima.
Solo después de hablar, a Gabrielle se le ocurrió mirarle. Era un joven alto y delgado, de cabello rubio oscuro casi cenizo y ojos negros como dos pozos sin fondo. Su sonrisa dejaba ver dos hoyuelos en sus mejillas, algo que lo hacía aparentar ser alguien agradable.
¿Eso quiere decir que soy una mala persona y que por ello no le gusto? —contestó Gabrielle, medio en broma, medio en serio.
No tiene por qué —sonrió el joven, todavía con el hurón bostezando cogido del pellejo del cuello—. Simplemente tienes algo que no le gusta.
¿Qué significa eso? —preguntó Gabrielle, extrañada ante su respuesta.
El chico se inclinó para decirle algo, pues ella era mucho más baja.
¿Acaso no sabes con quién vas? —le susurró al oído.
Gabrielle se sorprendió.
¿Te refieres a Syna?
Pudo ver levemente cómo, al pronunciar su nombre, el chico hizo un amago de sonrisa que se esfumó al instante.
Podría ser. —Seguidamente se apartó de ella—. Tampoco quiero entrometerme. Adiós.
A la muchacha le costó reaccionar. Solo cuando ya se alejaba, corrió tras él y le agarro del brazo para detenerlo y llamar su atención.
Espera, ¿qué querías decir? —insistió, nerviosa.
Eres muy curiosa, muchacha —objetó él.
¿Qué sabes tú de ella?
El joven volvió su mirada hacia ella.
¿De Syna? —preguntó.
Gabrielle asintió, muy seria. El chico miró entonces hacia arriba, hacia donde se encontraba Syna, pareciendo ignorar todo lo que ocurría abajo.
Nos conocemos un poco —dijo simplemente. Luego se volvió de nuevo y bajó las escaleras hacia el interior del barco.
Esa vez, la chica no lo siguió.
Unos metros más arriba, sobre una vela, Syna se movió por primera vez. Giró su cabeza y bajó la mirada hacia una Gabrielle inmóvil y anonadada.
¿Ferlian? —susurró al viento.

* * *

Koren se encontraba sentado en una de las sillas dispuestas en la cubierta. Sobre su regazo yacía un libro abierto que antes había estado leyendo, pero que en cuanto reconoció la voz de la muchacha de ojos verdes, lo dejó aparcado. Aunque simplemente se había dedicado a observar cómo hablaba con aquel extraño chico rubio del hurón. Se preguntó de quién se trataría, si Gabrielle lo conocía de antes o no. Le había parecido que había habido confianza entre ellos, pero no sabía nada más. Pensativo, siguió con la mirada cómo Gabrielle se iba hacia el interior del navío. Pero de repente alguien se colocó delante de su campo de visión. Alzó los ojos y se encontró con una joven de cara infantil que lo miraba con sus dos grandes ojos marrones.
¿Qué haces? —preguntó con una dulce voz.
Leo —respondió él, seco. Cuando se dio cuenta de lo rudo que había sido, quiso rectificarlo un poco—. ¿Y tú?
Inya se fue a sentar en el asiento que había junto a Koren.
Nada, solo paseaba por la cubierta. Estoy algo nerviosa.
¿Nunca habías subido antes a un barco?
No es eso —sonrió Inya—. Pero solo de pensar que dentro de nada estaremos en Digrin. ¡Siempre me ha gustado ese sitio!
Koren suspiró.
Es algo tétrico. Me sorprende que te guste un lugar así —objetó.
¡Para nada es tétrico! —exclamó Inya—. Allí viven las aristocracias más importantes. Mi padre es natal de Digrin, y a mí me enamoraron las fiestas que se celebran.
Yo nunca he estado en ninguna —comentó Koren—. ¿Cómo son?
La joven se sintió jubilosa al ver tal atención puesta en ella por parte de Koren. Le comenzó a relatar, sin esconder su entusiasmo, el tipo de fiestas que se solían celebrar en las casas de más alta clase. De disfraces, de máscaras, bailes... Todo con una elegancia y exquisitez que no poseía ningún lugar más en ese mundo.
Sin embargo, Koren no la estaba escuchando del todo, aunque lo pareciese. A ratos, cuando Inya no le miraba, él dejaba escapar una ojeada hacia la puerta que entraba al interior del barco, esperando tal vez a que alguien apareciese por allí.

* * *

En la soledad del camarote no se oía prácticamente nada a excepción del crujir de las maderas del barco. En la esquina de la habitación, ella estaba completamente sumergida en la bañera. Tenía los ojos cerrados y su cabello color chocolate ondulaba en el agua como si de un alga se tratase. Lo que hacía, tan inmóvil, era cavilar sobre las circunstancias que la habían llevado hasta ese lugar en ese momento. Ahora que tenía algo de tranquilidad, se daba cuenta de cómo todo había empezado con una simple aventura para huir de aquel horrible orfanato en el que vivía y ser libre. Entonces se percató de la de consecuencias que había conllevado aquello. Y de cómo lo agradecía. Adoraba aquel mundo, adoraba la gente que había conocido, y aunque su vida se había tornado de lo más peligrosa, adoraba su situación. Porque era libre y podía decidir por sí misma. Porque no era que ya no estuviese encerrada en un orfanato que pretendía ser su hogar, si no que entonces no tenía casa. Su casa era el mundo entero. Y la sensación de ser consciente de ello era increíble.
Una luz familiar la llevó a abrir los ojos bajo el agua. Tenía fama de aguantar mucho tiempo la respiración, por lo que todavía no sentía ninguna prisa por salir. Lo que vio ante ella fue la piedra de su colgante, ya despojada de aquel horrible trozo de tela, brillar con su tan típica luz azulada, inundando toda la bañera con ese color y haciéndola deslumbrar a ella. Y, como entonces ya sabía, eso significaba que un brujo estaba cerca. Supuso que se trataba de Ferlian, que pasaba por allí para llevársela a la cena, por lo que sacó la cabeza del agua y esperó a que golpease la puerta.
Sin embargo, no ocurrió lo que se esperaba.
Señorita Inya, debería darse un poco más de prisa o llegaremos tarde a la cena.
No digas tonterías, David. Llegamos a tiempo.
Siempre dice eso, pero siempre acaba haciendo esperar a todos.
Bueno... ¡esta vez no!
Melissa se esforzó por escuchar bien los pasos. Eran tan solo dos personas; por lógica, las que habían hablado. Parecían alejarse, pero Melissa actuó rápido y salió de la bañera de un salto. Cogió una toalla y se la enrolló en el cuerpo al mismo tiempo que corría apresurada hacia la puerta. La abrió y se asomó al pasillo, completamente empapada y sujetándose la toalla contra su cuerpo con fuerza. Tan solo le dio tiempo a ver cómo una joven de largos cabellos acaramelados y un joven mucho más alto que ella, elegante y vestido completamente de negro, cruzaban la esquina. Melissa miró hacia todos los lados, aún esperando encontrar a Ferlian.
Pero no lo vio.
Bajó la mirada hacia su colgante. La piedra seguía brillando, pero poco a poco fue apagándose.
Hasta que dejó de oír los pasos.
Había dejado un charco en la alfombra del pasillo, pero poco le importaba en ese momento. Melissa se quedó observando su colgante, aguardando tal vez alguna otra reacción.
Pero no hubo nada más. Y solo una idea se le vino a la cabeza.

No sabía cuál de los dos era, pero una cosa estaba segura: alguno de ellos era un brujo.